viernes, 10 de junio de 2011

DONES Y FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

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DONES DEL ESPIRITU SANTO (No.1830 del Catecismo)

La vida moral de los cristianos esta sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.

Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes las reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.



Sabiduría

Es el más perfecto de todos los Dones. El nos hace preferir los bienes celestiales a los terrenales y que encontremos así nuestras delicias en las cosas de Dios.



Inteligencia (Entendimiento)

Nos hace comprender mejor las verdades de la Religión.



Consejo

Nos da a conocer con toda prontitud y seguridad, lo que conviene para nuestra salvación y la del prójimo.



Fortaleza

Nos da la energía que necesitamos para resistir a los obstáculos que se oponen a nuestra santificación –para resistir las tentaciones y no caer en pecado- para despreciar el respeto humano- para perseverar durante toda la vida en el cumplimiento del deber, en la vida cristiana.



Ciencia

No se trata de la ciencia del mundo, sino de la ciencia de Dios, nos da a conocer el camino que debemos llegar para llegar al cielo. Este don nos hace ver todas las cosas en Dios, como creaturas suyas, como manifestaciones de su Poder, Sabiduría y Bondad infinita.



Piedad

Despierta un afecto filial hacia Dios a quien podemos dirigirnos con toda confianza y una tierna devoción y prontitud para cumplir con nuestros deberes religiosos.



Temor de Dios

Inclina nuestra voluntad a un respeto filial hacia El; nos aleja del pecado porque le desagrada y nos hace esperar en su poderoso auxilio. Para entenderse bien, este Don nada tiene de común con el temor al castigo de Dios por nuestros pecados, el temor a las penas de esta vida, a las del Purgatorio y del Infierno. Nos es el temor del esclavo que sirve al amo porque no lo cartigue, sino el temor del buen hijo que teme disgustar al mejor de los padres.






LOS FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO

Son perfecciones que forman en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad.



Los frutos del Espíritu Santo son doce:

1. Caridad: El acto de amor de Dios y del prójimo.
2. Gozo espiritual: El que nace del amor divino y bien de nuestros prójimos.
3. Paz: Una tranquilidad de ánimo, que perfecciona este gozo.
4. Paciencia: Sufrimiento sin inquietud en las cosas adversas.
5. Longanimidad: Firmeza del ánimo en sufrir, esperando los bienes eternos.
6. Bondad: Dulzura y rectitud del ánimo.
7. Benignidad: Ser suave y liberal, sin afectación ni desabrimiento.
8. Mansedumbre: Refrenar la ira, y tener dulzura en el trato y condición.
9. Fe: Exacta fidelidad en cumplir lo prometido.
10. Modestia: La que modera, regula en el hombre sus acciones y palabras.
11. Continencia: La que modera los deleites de los sentidos.
12. Castidad: La que refrena los deleites impuros.





Paciencia y Mansedumbre
Los frutos anteriores disponen al alma a los de paciencia, mansedumbre y moderación. Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos de la tristeza, y de la virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de cólera, que se levanta impetuosa para rechazar el mal presente. Estas dos virtudes combaten, pero no alcanzan la victoria sino a costa de violentos esfuerzos y grandes sacrificios; mas la paciencia y la mansedumbre, que son frutos del Espíritu Santo, apartan a sus enemigos sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad y con gusto.



Longanimidad

La longanimidad o perseverancia impide el aburrimiento y la pena que provienen precisamente del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma o de las demás circunstancias.



Bondad y Benignidad

Estos dos frutos miran al bien del prójimo. La bondad y la inclinación que lleva a ocuparse de los demás y a que participen de lo que uno tiene. No tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el significado de benígnitas: y la palabra benignidad, se usa únicamente para, significar dulzura; y esta clase de dulzura consiste en, manejar a los demás con gusto, cordialmente, con alegría, sin sentir la dificultad que siente los que tienen la benignidad sólo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo.



Modestia

La modestia es bastante conocida como virtud. Regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente; y además dispone todos los movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios.



Continencia (Templanza) y Castidad

Las virtudes de templanza y castidad atañen a los placeres del cuerpo, reprimiendo los ilícitos y moderando los permitidos : aquélla refrena la desordenada afición de comer y de beber, impidiendo los excesos que pudieran cometerse; ésta regula o cercena el uso de los placeres de la carne.
Mas los frutos de templanza y castidad desprenden de tal manera al alma del amor a su cuerpo, que ya casi no siente tentaciones y lo mantienen sin trabajo en perfecta sumisión.






VIRTUDES TEOLOGALES (No.1840 del Catecismo)

Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto, a Dios conocido por la fe.

Las virtudes teologales son tres: la fe, la esperanza y la caridad (amor). Informan y vivifican todas las virtudes morales.



Fe

Es la virtud por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios.



Esperanza

Es por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en el auxilio de la gracia del Espítitu Santo.



Caridad (Amor)

Por esta virtud amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad.






VIRTUDES CARDINALES (No.1834 del Catecismo)

Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Pueden agruparse en torno a cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.



Prudencia

Dispone la razón práctica para discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.



Justicia

Consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.



Fortaleza

Asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la práctica del bien.



Templanza

Modera la atracción hacia los placeres sensibles y procura la moderación en el uso de los bienes creados.







LOS CARISMAS (No.799 del Catecismo)

Los carismas, extraordinarios o sencillos y humildes, son gracias del Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.

Los carismas constituyen una maravillosa riqueza de gracia siempre que se trate de dones que provienen verdaderamente del Espíritu Santo y que se ejerzan de modo plenamente conforme a los impulsos auténticos de este mismo Espíritu, es decir, según la caridad, verdadera medida de los carismas.

Por esta razón aparece siempre necesario el discernimiento de carismas. Ningún carisma dispensa de la referencia y de la sumisión a los pastores de la Iglesia. “A ellos compete sobre todo no apagar el Espíritu, sino examinarlo todo y quedarse con lo bueno”, a fin de que todos los carismas cooperen, en su diversidad y complementariedad, al “bien común”.



El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial de sanación. (No.1508)



Son además las gracias especiales, llamadas también “carismas”, según el término griego empleado por S. Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio. Cualquiera que sea su carácter, a veces extraordinario, como el don de milagros o de lenguas, los carismas están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia.

Entre las gracias especiales (carismas) conviene mencionar las gracias de estado, que acompañan el ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la Iglesia.



Teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside (liderazgo), con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad. Rm. 12,6-8. (2004)







Las siete formas de Pecado y su don contrario:



Pecado Don

Soberbia Humildad

Avaricia Generosidad

Lujuria Pureza

Ira Paciencia

Gula Templanza

Envidia Caridad

Pereza Diligencia








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