miércoles, 11 de mayo de 2011

ESPÍRITU, ALMA Y CUERPO

Contra lo que las ciencias humanistas y la opinión común sostienen, la Biblia afirma que el hombre no es un ser dual de alma y cuerpo, sino tripartito, con espíritu, alma y cuerpo.

Espíritu, alma y cuerpo

La idea común acerca de la constitución del ser humano es dualista, es decir, reconoce la existencia de cuerpo y alma. La filosofía, a través de sus largos siglos de desarrollo, ha refrendado esta opinión. Sin embargo, la Palabra de Dios no divide al hombre en dos partes, sino en tres, espíritu, alma y cuerpo (1ª Tesalonicenses 5:23). Reconocer esta diferencia tiene gran importancia para la vida espiritual de un creyente, específicamente en lo que respecta a su madurez y a su servicio. El confundir lo espiritual con lo anímico (del alma) puede provocar que las cosas espirituales, que son las que tienen valor en la obra de Dios, jamás sean tocadas. Es preciso conocer y experimentar la división del alma y el espíritu para poder servir a Dios en el espíritu y ser así de utilidad para Dios (Hebreos 4:12).

En efecto, el ser humano tiene tres partes (lo mismo que el templo de Dios): el cuerpo, con que somos conscientes del mundo (el atrio); el alma, con que somos conscientes de nosotros mismos (el Lugar Santo); y el espíritu, con que somos conscientes de Dios (el Lugar Santísimo).

El espíritu

El espíritu del hombre es el lugar en que establecemos toda comunicación con Dios. (Rom. 8:16; 1 Cor. 14:14). El espíritu (de quien ha sido regenerado) tiene tres funciones principales: conciencia, que discierne lo bueno y lo malo (1ª Cor. 5:3; 2ª Cor. 2:13), intuición, con la que se sabe y se sienten los movimientos del Espíritu Santo (Mr. 2:8; Jn. 11:33), y la comunión, con que se adora a Dios (Jn. 4:23; Rom. 1:9). Estas tres funciones están profundamente ligadas y operan coordinadas.

Antes de la caída, el espíritu del hombre era la parte más noble de todo su ser, y tanto el alma como el cuerpo le estaban sujetos. Por el espíritu, Adán percibía a Dios, y tenía comunión con él. Pero con la caída, el espíritu murió, perdió el control y la comunión con Dios, y comenzó a vivir por el alma. El espíritu del hombre quedó bajo el poder y la opresión del alma, hasta quedar fusionado con ella.

Con el milagro de la regeneración, Dios comienza a recuperar su lugar en el hombre, pues viene a habitar en su espíritu, ahora revivido. (Jn. 1:13; Tito 3:5; Rom. 8:16; 1ª Cor. 6:17). El propósito de Dios es que el espíritu recupere el gobierno sobre el alma, y a través de ésta, sobre el cuerpo.

La vida del cristiano necesita ser gobernada por el espíritu. De aquí surge una lucha entre el alma y el espíritu, y como en toda lucha, vencerá el que es más fuerte. Si es más fuerte el espíritu, y tiene control sobre el alma y el cuerpo, será un cristiano espiritual; si, por el contrario, el alma (aliada con los apetitos del cuerpo) es quien tiene el control, será un cristiano carnal.

Para que el cristiano logre la victoria, será necesario separar del todo el alma del espíritu. Hebreos 4:12 dice que la Palabra de Dios produce esta necesaria división. Luego, por medio de la operación de la cruz, el alma mengua, y por la operación del poder del Espíritu de Dios, el espíritu se fortalece.

Si no se produce la división del alma y el espíritu, los creyentes siguen fuertemente influenciados por el alma, y por ello siempre siguen objetivos entremezclados: algunas veces andando de acuerdo con la vida del espíritu, y otras de acuerdo con la vida natural.

Pero si esta separación se produce, el creyente será capaz de detectar inmediatamente cualquier intento del alma por tomar el control, y podrá rechazarla. Así, el espíritu podrá desarrollar su poder intuitivo de modo más agudo. Sólo después de haber experimentado esta separación pueden los cristianos entrar en posesión de un sentido genuino de pureza.

Los creyentes tienen que ver que todo lo que procede del alma no aprovecha (es carne) y que sólo el espíritu es el que da vida. (Jn. 6:63). Sólo cuando un hombre vive por el espíritu llega a ser espiritual. Como Dios es espíritu, toda obra de Dios es espiritual; y quienes sirven en ella deben hacerlo en el espíritu. La efectividad del cristiano dependerá de si ha tenido la experiencia de ser sumergido en el Espíritu Santo, tal como fue sumergido en el bautismo de agua.

Luego de este bautismo, el creyente puede ser introducido en la obra espiritual, en la batalla espiritual, en la oración espiritual. Sus sentidos espirituales han sido despertados y ahora puede experimentar el poder del Espíritu Santo.

El hombre interior también es fortalecido en la lucha contra Satanás. Y es necesario vencerlo permanentemente en todo lugar. Antes de que él asalte al cristiano en el hombre interior para oprimirlo o bloquearlo, es necesario salir y atacarlo. La mejor defensa es el ataque. Asimismo, todas sus obras de engaño, opresión, de quebrantamiento deben ser deshechas en todo lugar, para así ver la gloria de Dios.

El espíritu del creyente debe permanecer siempre activo, colaborando con Dios, recibiendo revelación, orando en el espíritu, escudriñando las Escrituras, meditando en las obras de Dios.

Un siervo de Dios tiene que estar ejercitado en reconocer la voz del espíritu y distinguirla de las voces del alma o de los espíritus malignos. Así como conoce el «yo» (alma), debería conocer cómo funciona y qué leyes tiene el espíritu. Así entendería que la vida del espíritu no es ocasional, ni tampoco oscilante (como las mareas del mar), sino estable, apacible y abundante (como un río).

El alma

El alma, ubicada entre el espíritu y el cuerpo, es la sede de la personalidad del hombre (Dios lo creó un «alma viviente»). El alma es un reducto inalienable, el cual ni siquiera Dios puede violar. Allí en el alma el hombre tiene todo el poder de decisión.

Cuando Dios creó al hombre, quiso que su espíritu fuera como un amo, el alma como un mayordomo y el cuerpo como un criado. El amo encarga asuntos al mayordomo, quien a su vez ordena al criado que los lleve a cabo. Sin embargo, con la caída, el alma se erigió en amo, y el espíritu se adormeció. Se rompió la comunión con Dios. Un hombre sin Dios tiene, normalmente, en función sólo el alma y el cuerpo. En cambio, uno que ha nacido de nuevo puede volver al diseño original de Dios: espíritu, alma y cuerpo.

El alma tiene que dejar de ser amo y volver a ser mayordomo, porque hay el peligro de que el espíritu quede oprimido (es el caso de los que son «niños en Cristo»). El alma también puede retroceder a ser esclava del cuerpo, en la inmundicia, lascivia, etc., o ser influenciada por el poder de las tinieblas, sea con la sabiduría terrenal, o con visiones y sensaciones sobrenaturales que la estimulan.

Funciones del alma

a) Emociones. Este ámbito abarca los afectos, los deseos y sentimientos.

Afectos. Cuando el cristiano se consagra es relativamente fácil entregar su tiempo, dinero, poder, etc., pero el ofrecer sus afectos es muy difícil. Pero si no ofrece sus afectos no ha ofrecido nada. Dios exige amor absoluto de sus hijos, es decir, con todo el corazón, alma y mente. El amor hacia los suyos es el más grande rival del amor a Dios en el corazón del creyente. El Señor no sólo espera que el cristiano trabaje para él, sino, sobre todo, que le ame.

Deseos. Los deseos del alma se centran en el «yo», para su deleite y exaltación. Estos son quitados por la operación de la cruz. Y entonces ya no hay ansiedad por alcanzarlos; hay reposo. No hay frustración, porque ya nada se desea sino a Dios. Los deseos sólo provocan inquietud y afán, y nunca serán enteramente satisfechos. Cuando el cristiano está satisfecho con lo que Dios le da, tiene reposo. La vida espiritual es una vida satisfecha en Dios.

Los sentimientos son un camino con muchos altibajos. Cuando están en la cúspide, el creyente piensa que está en su estado óptimo, que es espiritual; y cuando, por el contrario, se siente frío y seco, piensa que es anímico y carnal. Esto no es así: en ambos casos, es un cristiano anímico y anda por sentimientos.

¿Por qué Dios concede sentimientos de felicidad y luego los retira? Para que el creyente se conozca en toda su fragilidad e inestabilidad, y para que, dominando sus sentimientos, pueda dominar el ambiente. Él quiere que el creyente le sirva, ya sea que esté feliz o que esté triste. También retira esos sentimientos para que el creyente entrene su voluntad. La vida de fe puede ser llamada la vida de la voluntad, puesto que la fe no se ve afectada por aquello que se siente.

Un creyente emocional es inútil en las manos de Dios. Sólo apegando la voluntad a la de Él, se halla perfecto reposo.

b) La mente. La mente es el instrumento de nuestros pensamientos. Por medio de la mente el hombre conoce, piensa, imagina, recuerda y entiende.
La mente del hombre es una gran fortaleza; es motivo de orgullo y es la causa del progreso de la civilización; sin embargo, espiritualmente es un gran peligro, pues es un terreno especialmente susceptible para la acción de Satanás. El entendimiento es fácilmente cegado, y surgen argumentos y pensamientos contra el conocimiento de Dios. Mediante la mente, el hombre no puede conocer a Dios, antes bien, levanta fortalezas mentales que le han llevado a apartarse de Dios y aun a desafiar a Dios. Una mente reducida por Satanás es como una fortaleza que es necesario derribar. En el momento de la regeneración, la mente es traída a la obediencia a Cristo, pues «arrepentimiento» significa «cambio de mentalidad».

Sin embargo, aun en el creyente, la mente es el punto más vulnerable para la acción de Satanás. El nuevo creyente tiene un nuevo corazón, pero todavía arrastra una mente vieja. Muchas veces la mente se llena de pensamientos, imaginaciones, recuerdos, o ideas confusas de modo incontrolable. Su mente estuvo tan manipulada por Satanás en el pasado, que no puede dejar esos pensamientos a menos que su mente sea renovada.

Por eso, apenas convertido, el cristiano necesita de una profunda renovación de su mente. Ella debe ser ampliada y fortalecida. Dios quiere restaurar la mente para que pueda ser útil en las manos de Dios. El cristiano requiere de su mente para las cosas espirituales, pero una mente restituida al lugar que Dios le dio en el principio, es decir, sujeta al espíritu. La vida cristiana no es, como pudiera pensarse, una vida de puro corazón, sin entendimiento. Caer en ese extremo es fanatismo peligroso, pues puede llevar a cometer los más graves excesos y a sostener las más absurdas herejías.

El diablo puede poner pensamientos en la mente (como en Judas) o quitar pensamientos; de hecho, el diablo quita la palabra sembrada en el corazón para que las gentes no crean y se salven (Mt. 13:19). Con todo, él no tiene soberanía sobre ella, a menos que el cristiano, consciente o inconscientemente se lo permita, cediéndole terreno.

¿Cómo se le cede terreno a Satanás en la mente? Primero, con una mente que acaricia el pecado. Segundo, con una incorrecta comprensión de la verdad de Dios. Tercero, buscando las predicciones (horóscopos). Si un creyente busca conocer el futuro, le vendrá aquello que cree, porque los demonios hallarán terreno para provocarlo. Finalmente, manteniendo la mente vacía o pasiva. El diablo desea una mente así para poner sus pensamientos. Dios no quiere robots, quiere que el hombre coopere con él, en pleno uso de sus facultades. Si el cristiano no ocupa su mente, tampoco la ocupará Dios, aunque sí la puede ocupar Satanás.

¿Cómo vencer en esta batalla? Le mente tiene que ser renovada, mediante el despojamiento del viejo hombre (Ef. 4:17-24). Una mente renovada es una eficaz colaboradora en la obra de Dios. Además de que sus facultades se despiertan y agilizan, está en condiciones de seguir al Espíritu Santo en su obra de revelación en su espíritu (Ef. 1:17-18). Luego que el espíritu del cristiano recibe luz de Dios, mediante la capacidad intuitiva, la mente es capaz de retener esa luz e interpretarla. Aquí la mente colabora con el espíritu, aunque siempre va detrás de éste.

Una mente renovada es también una mente abierta, libre de prejuicios, que estará en condiciones de recibir la Palabra de Dios a través de otros cristianos, o mediante lecturas edificantes. Una mente renovada, en fin, es una mente controlada y purificada por el Espíritu y llena de la Palabra de Dios.

c) La voluntad. La voluntad es la capacidad que tiene el hombre para tomar decisiones. Es el verdadero «yo», que tiene la mayor influencia sobre la persona. Por tanto, la salvación plena tiene que alcanzar su voluntad.

Dios creó al hombre con una voluntad soberana, capaz de decidir por sí mismo. Ahora bien, cuando el hombre decidió por sí mismo, independientemente de Dios, cayó. La salvación se obtiene cuando la voluntad es puesta en obediencia a Dios. Ahora tiene una nueva dirección.

La voluntad del hombre tiene que unirse perfectamente a la voluntad de Dios para que la salvación sea completa. Para que esto sea posible, a causa de la obstinación del hombre, Dios usa muchos medios para reducirle a la obediencia. Uno de ellos es la disciplina. Lo que Dios quiere no es sólo que el cristiano haga Su voluntad, sino que ella sea su deleite. Que la voluntad Suya y la de él sean la misma. ¿Cómo es esto posible? Llevando el alma a la cruz para que pierda su fuerza y energía.

Hay un peligro con la voluntad. El mal uso o el desuso de ella pueden dar lugar a la operación de los espíritus malignos. En general, todo pecado da lugar al diablo para que opere en el cristiano. Pero no sólo los pecados de hecho, sino también de omisión (Stgo. 4:17).

El más frecuente pecado de omisión es la pasividad. El Señor dota al cristiano de toda clase de capacidades y talentos, ninguno de los cuales debe quedar sin ser usado o ser mal usado. Cuando un creyente no está usando sus talentos, ha caído en la pasividad.

Los espíritus malignos sacan ventaja de esta inactividad, porque, sin el creyente saberlo, está cediendo terreno a la acción de ellos y está cumpliendo el requisito fundamental para que ellos puedan operar.

Mientras que Dios requiere de la cooperación del hombre en el uso de sus talentos, Satanás exige el cese del ejercicio de la voluntad y ciertas acciones del hombre para poder actuar por él. Por ignorancia, el creyente cree que la pasividad es señal de obediencia y consagración, y cede el terreno al diablo.

El cristiano que se ha abandonado a la pasividad debe decidir finalmente a recuperar el ejercicio de su voluntad y demás facultades, para ponerlas al servicio activo de Dios. Para recuperar el terreno deberá resistir firmemente y recuperar lo que se ha cedido. El creyente debe recuperar su soberanía, su dominio propio. Debe experimentar liberación en los muchos puntos en que fue atado e inmovilizado por Satanás.

La obediencia del cristiano a Dios debe ser incondicional. No obstante, esto no implica que no tenga más su propia voluntad. Dios no quiere obediencia ciega, sino que Su voluntad sea hecha voluntariamente, en plena conciencia. Mediante su voluntad renovada, el creyente tiene que alcanzar el dominio propio, y controlar su espíritu, su alma y aun su cuerpo. Sólo así podrá andar siempre en el espíritu.

El cuerpo

Para que la salvación de Dios sea completa debe alcanzar al cuerpo. Aunque la obra de Dios comienza en el espíritu, y sigue con el alma, también debe expresarse en el cuerpo.

La importancia del cuerpo es evidente por cuanto Dios fue manifestado en carne. El Verbo se hizo hombre, lo cual permitió la salvación del hombre y la derrota de Satanás (por eso los espíritus inmundos no pueden confesar esta verdad).

El cuerpo del Señor Jesús en la tierra fue el templo de Dios (Jn. 2:21); hoy el cuerpo del cristiano también lo es (1ª Cor. 6:19). Uno de los mayores pecados (la fornicación) se asocia con el cuerpo, porque significa tomar un miembro de Cristo y hacerlo miembro de una ramera (1ª Cor. 6:15).

El cuerpo tiene necesidades, las cuales deben ser suplidas; no obstante, esto no significa gratificar el cuerpo. Si el cuerpo es complacido cada vez, se volverá un amo con más y más exigencias, y dejará de ser un siervo. El alma también se verá envuelta en sus apetitos y caerá en el hedonismo (búsqueda del placer).

La consagración del cristiano ha de comenzar por el cuerpo, el cual es presentado como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Luego, el entendimiento, el alma, es renovada, y la voluntad de Dios puede ser comprobada en el espíritu (Romanos 12).

Así como el espíritu fue vivificado al recibir la justificación, así el cuerpo es vivificado por su Espíritu (Rom. 8:10-11). En 1ª Corintios 6:13 dice «El cuerpo es para el Señor… y el Señor para el cuerpo». Esto primero significa que no es para la satisfacción y el deleite; es para el Señor. El cuerpo ha de servir como instrumento de justicia.

«El Señor es para el cuerpo» significa que el Señor no sólo salva el espíritu y el alma, sino también el cuerpo de enfermedades y plagas. Si el cristiano acepta que el cuerpo es para el Señor, y se consagra para él, el Señor va a conceder vida y poder a su cuerpo. Él mismo lo va a cuidar y preservar. Él lo va a restaurar si está enfermo, y lo va a preservar para que no esté enfermo.

La introducción del pecado en el hombre trajo consigo no sólo la muerte, sino también la enfermedad (La enfermedad se halla entre el pecado y la muerte). El Señor no sólo perdonó pecados, sino que también sanó enfermos. Él vino a deshacer las obras del diablo, y éstas tienen que ver con la enfermedad y con la muerte.

Un cuerpo sano no es para los deseos carnales, sino para Dios.

«Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1ª Tes. 5:23).

sábado, 7 de mayo de 2011

PRINCIPADOS Y POTESTADES ESPIRITUALES

PRINCIPADOS Y POTESTADES ESPIRITUALES



El hombre está formado de cuerpo, alma y espíritu. El cuerpo es la parte material. El alma contiene la voluntad, pensamientos, conocimientos y creencias, podríamos definirla como la personalidad propia de cada individuo. Sin embargo, el alma no se reduce a esa parte racional a la que antes nos referíamos, sino que es también el receptáculo en el que mora el espíritu del hombre. ¿Qué es, pues, el espíritu?; lo que el hombre no conoce de si mismo.

A partir del pecado original el espíritu del hombre está sin Dios, vacío de su presencia y sobre él actúan unas fuerzas celestes que lo encierran y lo alejan de Dios. El hombre se cree libre, piensa que actúa según su voluntad y se engaña a si mismo; sin embargo, todos en alguna ocasión hemos hecho algo, guiados por una fuerza irracional, sin saber porqué y sin querer hacerlo. Evidentemente ha habido una voluntad superior a la nuestra que nos ha dominado en ese momento, voluntad que siempre actúa aunque la mayor parte de las veces ignoremos su presencia. Este artículo trata de revelar quién o quiénes son esas fuerzas celestes y cómo el hombre puede llegar a dominarlas y vencerlas, alcanzando la verdadera libertad.

En la Biblia, siempre que se hace referencia a esas fuerzas celestes, se las denomina "principados y potestades". El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define potestad como "dominio, poder, jurisdicción o facultad que se tiene sobre una cosa". Principado es "el título o dignidad de príncipe", pero también se refiere al "territorio o lugar sujeto a la potestad de un príncipe". Por tanto los principados y potestades espirituales son fuerzas que dominan el alma y el espíritu del hombre.

¿Quién los ha creado?, evidentemente el Creador de todo es Dios: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él" (Colocenses 1.16)

Cuando Dios crea los ángeles y espíritus celestes, hay una parte de ellos que se revela contra Él: "Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día" (Judas 6). A partir de ese momento, existe una lucha entre Dios y su ejército fiel, y el Demonio y resto de fuerzas celestes, y esa lucha se desarrolla en ti.

El Señor nos invita a formar parte de su ejército: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Efesios 6.12), advirtiéndonos que este mundo está dirigido por las fuerzas contrarias a Él. Por eso, el Señor dijo que "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18.36).

Esta lucha sin cuartel se desarrolla, como hemos visto antes, en las regiones celestes. Hay una doble dimensión; por un lado, el mundo visible, por otro, el espiritual. Debemos tener claro que cada acto realizado en este mundo visible, temporal y finito tiene su repercusión en el espiritual, esto es, en las regiones celestes.

Pero ¿cómo puede un hombre, que no conoce su propio espíritu, luchar contra algo que no ve y que es más poderoso que él?. Me viene a la mente un anuncio de televisión que ha aparecido recientemente en una campaña anti-droga; en él se nos muestra a personas que han consumido alguna clase de droga, y tras ellos, otra, a la cual ellos no ven, que ejecuta los efectos de la droga en ellos, por ejemplo: una persona que va conduciendo, que había consumido hachís y la que lo domina (la droga) hace que se relaje, dándole un masaje en los hombros, con el consiguiente peligro de accidente producido por el sueño. Este anuncio nos sirve para aclarar un poco más el papel que ejercen estas potestades y principados sobre nosotros. Pero volvamos a la pregunta anterior: ¿cómo puede una persona vencerlas?

Evidentemente no puede a menos que, primero, alguien le libere de la esclavitud del príncipe de este mundo, Satanás: "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia" (Efesios 2.1-2). Obviamente el que nos libera de la esclavitud, como sinónimo de muerte espiritual, es Cristo: "Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz" (Colocenses 2.13-15).

¿Por qué Cristo si tiene dominio sobre estas potestades que son más fuertes que cualquier hombre?, porque Dios que está por encima de ellas envió a su hijo para someterlas: "quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades" (1ª de Pedro 3.22), "y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad" (Colocenses 2.10)

Una vez liberados de ellas, nuestro espíritu queda limpio y se nos da la opción de elegir si queremos convertirlo en la casa o templo del Espíritu de Dios, o queremos seguir perteneciendo a este mundo. Vamos a analizar qué ocurre en estos dos supuestos.

Comenzamos por el segundo caso: "Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero" (Mateo 12.43-45). Esto le ocurre a la persona que escucha la palabra de Dios, siente que su vida era una vida de pecado y muerte, se deja liberar por Cristo, dando sentido al sacrificio que Él hizo por nosotros en la cruz, como hemos visto antes, pero no quiere someterse a Su Voluntad, no forma parte de Su Ejército y rechaza la libertad en Cristo que Dios le ofrece, quedando desprotegida, ya que hemos visto antes que un hombre no puede luchar por sí solo contra potestades espirituales superiores a él. O se está con Cristo o sin Él, no existe término medio.

Por el contrario, en el primer caso, se cumple en su totalidad la promesa de Cristo de ofrecernos nuestra liberación, pagada a un grandísimo precio, por la cual, si hacemos presente en nuestras vidas su Evangelio, no triunfará en nosotros el maligno, formando desde ese preciso momento parte de su pueblo santo.

Pero ¿dónde quedan estas potestades?, ¿desaparecen de nuestro entorno?.

El Señor nos dice que no; al contar con la protección de Cristo éstas no nos pueden hacer nada, pero están ahí, esperando a que nosotros caigamos en tentación, pues en el momento que Cristo entra en nuestras vidas se produce una revolución interior, nuestra alma o casa preparada para recoger al espíritu, recibe al inquilino tan deseado y debe ser amueblada con los enseres de Dios. Pero como vimos, el alma tiene una ventana a nuestra parte racional, la cual sigue viva y es la que debemos dominar. Hasta el mismo Pablo nos habla de ella: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2ª de Corintios 12.7). Nuestra razón, que está en constante comunicación con nuestra alma, este aguijón de la carne, debe ser objeto de nuestra circuncisión personal; dejar que el nuevo hombre espiritual que acaba de nacer, vaya creciendo sin ser ahogado por nuestro yo racional, siendo este último objeto de continua negación, para que el bebé en Cristo vaya creciendo y, por consiguiente, menguando el racional: "la circuncisión es la del corazón" (Romanos 2.29)

No quiere decir esto que no contemos con las armas necesarias para vencer la tentación, pues tenemos un gran aliado, Cristo, que nos ayudará a librarnos de ella. Pero no por eso debemos de despreciar a las Potestades del Mal, todo lo contrario, puesto que tienen el permiso de Dios para permanecer en este mundo hasta que llegue el día del Juicio y, por lo tanto, debemos tener en cuenta que son más poderosas que nosotros y debemos tenerles un respeto especial, el mismo que hasta los ángeles les tienen: "sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores, mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor" (2ª de Pedro 2.9-11). Y así el Señor nos indica la manera de actuar: "No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda" (Judas 8-9).

Ahora pues, que hemos explicado el verdadero poder, un poder oculto e invisible, que tienen estas potestades, Nuestro Señor nos ofrece una fuerza inmensa para luchar contra ellas: Su Palabra: "Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia" (Mateo 10.1). Nuestra lucha, como ejército de Dios, es una lucha sin cuartel contra ellas, pero en combate cuerpo a cuerpo, es decir, contra personas, no contra instituciones, para que en ellas, lo mismo que anteriormente ocurrió en nosotros, se haga presente la obra de Cristo: "A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él" (Efesios 3.8-12).

Debemos, pues, seguir el ejemplo de Nuestro Señor, ya que estas potestades reconocen que en nosotros habita Cristo: "Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos. Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región" (Marcos 5.7-10), y por tanto debemos ir preparados para una fuerte lucha, más importante de lo que pensamos y así Cristo nos envía a la batalla: "Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos" (Marcos 6.7). ¿Por qué de dos en dos?, la respuesta es sencilla; cuando Cristo nos manda a hablar de Él a una persona, puede enviar a dos de sus guerreros: uno para luchar contra el hombre racional, para que esa Palabra llegue al corazón y el otro para luchar contra sus potestades, para que con el arma de la oración y represión, debilitemos la cobertura espiritual de las potestades malignas sobre esta persona y pueda llegar la Palabra a su espíritu.

Así, querido lector, me gustaría que recapacitaras en todo lo que has leído y pienses si Cristo ha entrado a formar parte de ti. Puede ser que desde siempre te hayan hablado que, con el bautismo que recibiste de pequeño, has vencido al pecado y por ello formas parte del pueblo de Dios. Pero analiza tu situación y piensa si en verdad el Espíritu de Dios mora en ti, si sientes que has derrotado al maligno, pues la Palabra ya nos advierte de esas doctrinas: "Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios" (Timoteo 4.1) o "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo" (1ª de Juan 4.1).

viernes, 6 de mayo de 2011

REALIZAR LAS ORACIONES DE LIBERACIÓN

REALIZAR LAS ORACIONES DE LIBERACIÓN




¿COMO REALIZAR LAS ORACIONES DE LIBERACIÓN U OBSESIÓN DEMONÍACA?

Como en todo en la vida y especialmente en la Espíritual, se requiere de una preparación para poder dar todo nuestro mayor amor en la oración y peticiones que vamos a realizar a Dios, acompañandolos con la gran arma del ayuno, por tanto hemos de prepararnos para la batalla espíritual.

Como cuando empezamos una batalla, debemos sentarnos a hacer un estudio de inteligencia sobre el enemigo, debemos de analizar nuestras armas y nuestra capacidad, debemos estar totalmente seguros de que nuestra batalla nos llevará a la victoria.

Tratar de luchar contra el demonio sin conocer las tácticas necesaria para vencerle es como estar desprotegido y meter las manos en un avispero o como jugar con candela.
Primero que todos tenemos que tener la noción de que Dios es el único que puede vencer al enemigo, puesto que solo El es superior al demonio quien fue creado de acuerdo a sus santos designios.

Aquí necesitamos hacer verdadero uso del Trabajo de Dios, no del nuestro, pues Dios definitivamente es el único medio para nuestra liberación.

En cuanto a exorcismo o sea la expulsión del demonio por una orden en el nombre de Cristo, este es asunto exclusivo del Sacerdote autorizado por la Iglesia según canon 1172 del Código de la ley Canónica de la Iglesia Católica.

Repito que no vamos a hacer un exorcismo, vamos entonces a prepararnos para hacer una oración profunda de liberación, la cual envuelve el conocimiento de todo lo mencionado previamente y de las oraciones recomendadas.

También podemos hacer uso de sacramentales tales como un crucifijo que tenga madera (no debe de ser solo plástico o metálico), agua bendita, sal bendita y aceite bendito.
La persona influenciada puede rezar estas oraciones aunque, es muy probable que el enemigo le distraiga y termine haciendo otra cosa.

Por esto recomendamos que se unan por lo menos dos personas fieles a la Iglesia, preferiblemente que asistan diariamente a la Santa Misa.

El día de la oraciones se deben de reunir ojalá en una casa o lugar donde no hayan otras personas que puedan de alguna manera interrumpir o ser influenciadas por la presencia del maligno. Deben primero hablar de Dios, hacer lecturas de la Santa Biblia, y destinar por lo menos unas dos o tres horas para no tener prisas. Si las personas no se encuentran en estado de Gracia, esto es si no han confesado sus pecados recientemente, corren el riesgo de ser escandalizados por el conocimiento del enemigo.

Durante algunos momentos de la oración debemos de arrodillarnos, aunque es mejor estar cómodos y serenos durante la mayoría del tiempo.

Es aconsejable ungir a la persona influenciada con aceite bendito durante la oración de liberación, especialmente cuando se empieza a pedir que el Señor expulse el enemigo. También se recomienda rociar agua bendita en el lugar y bendecidse también.

En las secciones donde aparece el signo de la cruz, se debe pausar, se puede hacer la señal de la cruz, tanto personalmente como sobre la persona por quien se esté rezando.
Es aconsejable hacer copias de la oración para cada uno de los presentes, de esta manera hay mas concentración, aunque solamente una persona debe de leer las oraciones en voz alta, pero todos deben de vivirlas en el corazón.

Se debe de leer muy despacio, como esperando obtener la respuesta a la oración después de cada frase.

Aquellos que han recibido el regalo de Lenguas, durante la oración de liberación deben hacer alabanza a Dios en lenguas, recordando las palabras de Jesús que en la Corte, o sea frente al acusador, el Espíritu hablará por nosotros, y nuestro Padre Celestial comandará al enemigo que salga fuera de la situación o persona por quien estamos orando.

Estas oraciones se pueden repetir cuantas veces sea necesario, hasta conseguir liberación total. Cuando un sacerdote exorciza en casos de posesión, rara vez sale el demonio durante la primera sesión, a no ser por casos de influencia que tan solo necesitan fé y determinación por parte de la persona en cuestión.

Esta es una buena oportunidad para entender a Marcos 16:15 en el cual Jesús le otorga a los creyentes el poder de expulsar espíritus malignos, como un signo acompañado por el don de lenguas y también de sanación.

Puesto que es el Espíritu el que comanda y no nosotros, en ningún momento estamos contradiciendo a la Iglesia. El que ora por el bien de un hermano le da Gloria a Dios. Ver Santiago 5:19-20.

Fdo. Cristobal Aguilar.

SOBRE LA PAZ

SOBRE LA PAZ




LA VERDADERA PAZ

El clima del hogar debe ser pacífico, y las inevitables peleas infantiles nos deben llevar siempre a una reflexión oportuna sobre la paz y la no violencia. Debemos demostrar con la práctica diaria que el acuerdo, el diálogo, el acercamiento afectuoso ahorran violencia y aportan paz.
Asimismo, siempre que sea posible, debemos insistir en que ser bueno, ser pacífico y ser portador de paz no significa ser tonto; todo lo contrario: hay que ser muy fuerte para trabajar por la paz; es mucho más fácil trabajar para la discordia.


Nuestra actitud será siempre pacífica y pacifista; y si perdemos el autocontrol y tomamos una actitud agresiva, que todo es posible, rápidamente debemos pedir perdón y reconocer que a veces los nervios nos traicionan, pero que éste no es el buen camino para la convivencia. De esta manera, daremos dos lecciones a la vez: de paz y de humildad.
Sin embargo, y con verdadero pesar, no debemos ocultar a los pequeños que la injusticia debe ser rechazada, como último recurso, con la violencia. Como reconoce el proemio de la Declaración de los Derechos Humanos: sólo el respeto a la justicia conseguirá "...que el hombre no se vea empujado, como último recurso, a la sublevación contra la tiranía y la opresión".
De todas formas, la legítima defensa debe ser siempre legítima y defensa.
febrero, 2011




LA IMPORTANCIA DE LA CONFIANZA
SOBRE LA PAZ
LA COMPASIÓN
PENSAMIENTOS DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA
PENSAMIENTOS SOBRE LA VIDA
EL FUNDAMENTALISMO CRISTIANO
SER ORDENADOS
LA PERSEVERANCIA
LA AMISTAD
RESPETAR
ORACIÓN CONTRA ESPÍRITUS MALIGNOS U OBRAS DEMONÍACAS

En el nombre de Jesucristo de Nazaret, y por intercesión de la Vírgen María, yo conjuro al espíritu gobernador maligno a y todos los espíritus malignos. Vengo cubierto por la sangre del Señor Jesucristo, en el nombre de Jesús. Les paralizo y los amordazo, prohibiéndoles que influencien o fortalezcan con hechizarías o cualquier otro trabajoa (se dice el nombre) en el nombre de Jesús en este instante.
Los paralizo a todos en este momento. Ustedes ya no podrán usar más esta alma contra la iglesia (o la persona específica) en el nombre de Jesús. Vengo contra el espíritu de ceguera, atando los espíritus de esclavitud y tristeza, miedo y odio.

Te suplico, Señor, que les abras los ojos de modo que puedan ver la gloria de Jesús, que les abras sus corazones para puedan escuchar tu voz. Rompe las cadenas en sus vidas y dales la libertad en sus almas, para que sean libres para arrepentirse.

Muéstrales toda obra maligna que han cometido y, Señor Jesús, dales la convicción en sus corazones para el arrepentimiento. Rescata estas almas de las tinieblas, salva estas almas para honra y gloria de tu santo nombre.

Satanás, te amordazo en nombre de Jesús, atando todas tus interferencias. No interferirás más con estas almas y ellos tendrán su propio libre albedrío para decidir su arrepentimiento. Ellos lo harán sin interferencia tuya.

Señor Jesús, asi mismo te ruego para que nos envies al Arcángel San Miguel y que venga acompañado de sus ángeles guerreros que destruyan por tu mandato, estas actividades demoniacas, y que envíes a los espíritus malignos al lugar en donde deben estar. Amén.

Fdo. Cristobal Aguilar.




Publicado por cristobalaguilar @ 0:54 | Oraciones cristianas
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martes, 19 de enero de 2010
¿QUIEN ES EL ENEMÍGO DEL CRISTIANO?

En el principio Dios existía en su Gloria rodeado por los ángeles, espíritus puros creados como una emanación de su Presencia. Existía uno que estaba adornado con atributos especiales y brillaba por encima de los demás, su nombre era Lucifer, que quiere decir lleno de luz o portador de luz (Ezequiel 31:3-11) (Ezequiel 28:13-19)

Dios le anunció a los ángeles que iba a crear en el orden del tiempo criaturas quienes también participarían en su Reino, y que también el iba a participar de la naturaleza humana en la carne para ser su Amo y para liberarles de la maldad.

Lucifer en su orgullo desafió la Voluntad Divina y junto con una tercera parte de todos los ángeles desaprobó la creación del hombre, rehusando darle adoración a Dios en forma humana y a la Mujer que tendría el privilegio de ser exaltada por encima de toda la raza humana volviéndose su Madre y la Reina de toda la creación. (La Virgen María)

Una gran batalla espiritual comenzó entre aquellos ángeles fieles a Dios, guiados por El Arcángel Miguel, quienes en humildad sintieron vergüenza por el desafío de Lucifer y comenzaron a adorar a Dios diciendo “Quien puede ser como Dios?”

Lucifer fue arrojado del Cielo como relámpago (Ezequiel 28:17) (Lucas 10:18), y recibió su castigo volviéndose el monarca de la oscuridad por haber opuesto a Dios quien es Luz. (Isaías 14:12-15)

Dios permitió que la creación humana existiera al lado de los ángeles de la oscuridad para poder ponernos a la prueba y de cierta manera para llenar en el Cielo los puestos vacantes de los ángeles reprobados por aquellos seres humanos que consiguen la Salvación Eterna.

El nombre Satanás quiere decir obstáculo, también se conoce en Hebreo como Abadón, en Griego como Apolión que quiere decir destructor. Otros nombres que se le dan son príncipe de la oscuridad, adversario, acusador, engañador, dragón, mentiroso, leviatán, asesino, serpiente, atormentador y dios de este mundo.

En la batalla final de los ángeles como está revelado en el Apocalípse, San Miguel Arcángel derrotará a Satanás para siempre, quien será arrojado al lago eterno de fuego con todos sus ángeles malignos y sus seguidores.

Como seres humanos nuestra pelea con estos espíritus es muy desigual puesto que nosotros caemos fácilmente en el pecado y automáticamente ya le damos territorio al enemigo. Para poder luchar contra el, tenemos que ser gente de Dios, vencerle primero personalmente como lo hizo Jesús en el desierto y después junto con el resto de la Iglesia luchar espiritualmente a través de nuestra oración para poder ser liberados de este enemigo mortal.

San Pablo nos habla de la batalla espiritual en Efesios 6:12-18:
12 Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.
13 Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes.
14 ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza,
15 calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz,
16 embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno.
17 Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios;
18 siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos,
San Pedro en su primera carta 5:8-9
8 Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar.
9 Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos.

Fdo. Cristobal Aguilar.



Oraciones para la lucha espiritual

Anima Cristi

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a ti. Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para romper maldiciones

En el nombre del Señor Jesucristo de Nazaret, y por el poder de su sangre, cruz y resurrección, asumo autoridad sobre todos los hechizos, maleficios, maldiciones, prácticas de vudú, brujerías, rituales satánicos, encantamientos y malos deseos dirigidos contra mí o que han sido transmitidos por la línea directa de mis antepasados. Por el poder de Jesucristo, el Señor resucitado, rompo todo tipo de opresión demoníaca e influencia sobre mi vida y ruego que todas las maldiciones sean substituidas por una bendición.

Pido perdón y renuncio a todos los votos y acuerdos negativos personales que haya hecho con el enemigo y te ruego, Señor Jesucristo, que me libres de cualquier cautiverio al cual me hayan tenido sometido. Reclamo que la sangre que derramaste bañe todos los aspectos de mi vida, mis relaciones, mis obras ministeriales y mis finanzas. Te doy gracias por tu amor imperecedero, tu protección angelical y por la plenitud de tus abundantes bendiciones.

Oración en contra de todo mal

Espíritu de nuestro Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Santísima Trinidad, desciende sobre mí. Por favor, purifícame, moldéame, lléname de ti y haz uso de mí. Expulsa de mí toda fuerza maligna, destrúyela y véncela para que pueda estar sano y capacitado para hacer buenas obras.

Expulsa de mí todo hechizo, brujería, magia negra, maleficio, ataduras, maldiciones y mal de ojo; infestaciones diabólicas, opresiones, posesiones; todo lo que es malo y pecaminoso; celos, perfidia, envidia y enfermedades físicas, psicológicas, morales, espirituales y diabólicas; así como todos los espíritus tentadores, los espíritus sordos, ciegos, mudos y durmientes, los espíritus de la denominada “Nueva Era”, los espíritus ocultos, los espíritus religiosos, los espíritus del anticristo y todos los demás espíritus de muerte y oscuridad.

Por el poder de Dios Todopoderoso, y en el nombre de Jesucristo nuestro Salvador, ordeno y exijo a todos los poderes que abusan de mí a dejarme para siempre y ser confinados al lago de fuego eterno, que nunca más lleguen a tocarme a mí ni a ninguna otra criatura en todo el mundo. Amén.

Oración para rechazar el ocultismo

Padre celestial, en el nombre de tu único Hijo, Jesucristo, denuncio y rechazo a Satanás y todas sus obras, rechazo todo tipo de brujería, adivinación, práctica de hechicería, comunicación con los muertos (mediums), tabla ouija, astrología, Reiki, hipnosis, escritura por indicación de espíritus, horóscopos, numerología, lectura del futuro, lectura de la palma de la mano, levitación y cualquier otra cosa asociada con el ocultismo o Satanás. Los acuso y rechazo públicamente en el nombre del Señor Jesucristo quien se hizo hombre y por el poder de su cruz, de su sangre y de su resurrección rompo todo control que hayan tenido sobre mí.

Confieso todos estos pecados ante ti y te pido que me limpies y me perdones. Te ruego Señor Jesús que entres en mi corazón y crees en mí la clase de persona que tú deseas que sea. Te pido que envíes los dones de tu Espíritu Santo para ser bautizado, así como bautizaste a tus discípulos el día de Pentecostés.

Te doy gracias, Padre celestial, por fortalecer mi ser interior con el poder de tu Espíritu Santo para que Cristo pueda habitar en mi corazón. Mediante la fe, arraigada y cimentada en el amor, pido ser plenamente capaz de comprender con todos los santos, la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, el cual excede todo conocimiento. Amén.

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Oración para romper maldiciones generacionales

Amado Señor Jesucristo, te doy gracias por tu sacrificio en la cruz del Calvario para el perdón de mis pecados. Te pido, por favor, que el poder de tu cruz actúe sobre todas mis debilidades generacionales heredadas, los defectos de carácter, los rasgos de mi personalidad, los trastornos genéticos y las tendencias que me llevan al pecado. Rompe, por favor, todos los vínculos malsanos en mi alma y todas las ligaduras que existen entre mi persona y mis padres, abuelos, hermanos, hijos y compañeros, y cualquier otra relación malsana que mis conocidos y parientes hayan tenido con otros en el pasado.

Por el poder de tu autoridad, Señor Jesucristo, tomo la espada del Espíritu y me libero cortando las ataduras de todos los trastornos celulares o genéticos generacionales heredados, los defectos de carácter y tendencias pecaminosas. Corto todas las ataduras malsanas de mi alama y relaciones; y en nombre de Jesucristo proclamo que ahora soy libre, libre para ser el hijo de Dios que el Señor quiere que yo sea.

Oración en contra de los maleficios 1

Dios, nuestro Señor, Rey de todos los tiempos, Grande y Todopoderoso, tú que lo creaste todo y que lo transformas todo simplemente por tu voluntad; tú que cambiaste en rocío las llamas del horno que había sido calentado siete veces más y protegiste y salvaste a tus tres santos hijos:

Tú eres el doctor y médico de nuestras almas. Tú eres la salvación de los que se vuelven a ti. Te suplico que anules, destruyas y apartes de mí todo poder, presencia y maquinaciones diabólicas; cada influencia del mal, maleficio o mal de ojo, y todas las malas acciones dirigidas hacia mí.

Donde haya envidia y malicia, dame abundancia de bondad, paciencia, victoria y caridad. Oh Señor, tu que amas al hombre, te ruego que extiendas tus poderosas manos y tu grandísimo y poderoso brazo y vengas en mi ayuda.

Envía tu ángel de paz sobre mí, para proteger mi cuerpo y mi alma. Que él pueda mantener alejado y vencido a todo el poder del maligno y cada palabra venenosa o maliciosa invocada en mi contra por personas corruptas y envidiosas.

Entonces, bajo la protección de tu autoridad, podré con gratitud cantar: “El Señor es mi salvación; ¿a quién temeré?”. No temeré mal alguno porque tú estás conmigo, mi Dios, mi fortaleza, mi poderoso Señor, Señor de la Paz, Padre de todos los tiempos. Amén.

Oración para la protección espiritual

Amado Señor Jesús, por favor perdóname por todas las veces que no me he sometido a tu voluntad en mi vida. Perdona todas mis obras pecaminosas, mis acuerdos con el enemigo y por haberme creído sus mentiras. Ahora me someto a ti como mi Señor, amado Jesús. Ahora rompo todo acuerdo que haya hecho con el enemigo.

Señor Jesús, por favor haz que tus ángeles guerreros alejen y aten en el abismo a los demonios y a sus artificios que tuvieron acceso a mí porque yo creí en sus mentiras. Ahora, Señor Jesucristo, te pido que levantes una barrera de protección a mi alrededor, sobre mí y debajo de mí, y la selles con tu sangre, Señor Jesucristo.

Escojo ahora ponerme toda la armadura de Dios y te pido que limpies y selles mi cuerpo, mente, alma y espíritu con tu sangre, Señor Jesucristo. Por favor, haz que tus ángeles guerreros aten y alejen a todos los demonios, sus artificios y todo su poder desde dentro de esta barrera protectora y sean enviados al abismo.

Por favor, haz que tus guerreros destruyan toda maquinación demoníaca, oculta o de brujería dirigida contra mí, incluyendo todas sus reservas y refuerzos. Señor Jesucristo, haz, por favor, que tus guerreros aparten a quienes me envían espíritus e influencias malignas y los devuelvan a sus propios cuerpos y queden sellados ahí con tu sangre. Por favor, pido que tus ángeles monten guardia sobre mí y me protejan de todos los ataques del enemigo.

Oración contra quienes envían espíritus e influencias malignas

Señor Jesús, por favor te pido que asignes una tarea especial a tus ángeles guerreros para que vengan y aparten de mí a todos los que me han hecho algún mal espiritual. En nombre del Señor Jesucristo de Nazaret, que se hizo hombre, y por su poder y autoridad, cancelo toda influencia astrológica sobre mi vida. Tomo dominio sobre toda obra de brujería astral hecha contra mí y rompo su influencia sobre mí ahora mismo por el poder del Señor Jesucristo.

Amado Señor Jesús, por favor haz que tus ángeles guerreros despojen a estas brujas de sus poderes psíquicos, demoníacos y ocultos. Por favor despójalas de sus visiones psíquicas, sus poderes de adivinación y de cualquier otra habilidad que les permita afectarme. Por favor, haz que todos sus poderes y artificios sean destruidos y arrójalos al abismo.

Te pido que las traigas ante tu trono y las bendigas con la revelación de quién eres tú y del amor y los planes de salvación que tienes para ellas. Por favor muéstrales cómo han sido engañadas por Satanás. Te pido, Señor Jesús, que ordenes a tus guerreros que las envíen de vuelta a sus propios cuerpos y sean selladas con tu sangre. Te doy gracias por haber establecido un escudo de protección impenetrable en torno a mí. Ofrezco esta oración en nombre de Jesús. Amén.

Top

Atando a los espíritus malignos

En el nombre del Señor Jesucristo de Nazaret, aquí estoy con el poder del Señor Dios omnipotente para atar a Satanás y a todos sus espíritus malignos, fuerzas demoníacas, poderes demoníacos, principados y a todos los reyes y príncipes del terror, provenientes del aire, el agua, el fuego, la tierra, el mundo de las tinieblas y todas las fuerzas malignas de la naturaleza.

Asumo autoridad sobre todas las obras y funciones demoníacas destructoras enviadas contra mí y las desenmascaro como enemigos debilitados y vencidos por Jesucristo. Aquí estoy con el poder del Señor Dios omnipotente para atar juntos a todos los enemigos de Cristo presentes, todos los entes demoníacos bajo su única y más alta autoridad, y ordeno a estos espíritus se vayan al abismo para nunca más regresar. Sus obras e influencias han dejado de existir.

Me pongo en pie hoy con el poder del Señor Dios omnipotente para llamar a las huestes celestiales, a los santos ángeles de Dios, para que rodeen, protejan y limpien con la luz santa de Dios todas las áreas que hayan sido desocupadas por las fuerzas del mal. Pido al Espíritu Santo que inunde mi mente, corazón, cuerpo, alma y espíritu, creando así en mí hambre y sed de la Palabra sagrada de Dios y me llene con la vida y el amor de mi Señor, Jesucristo.

Destruyendo influencias demoníacas

Por el poder del Señor Jesucristo de Nazaret, me enfrento a todas las fuentes de pecado en mi vida. Te pido Señor Jesús que envíes una guarnición de ángeles guerreros para derribar y destruir cualquier ente demoníaco que haya estado influenciando mis comportamientos pecaminosos de envidia, crítica, impaciencia, resentimiento, orgullo, rebelión, terquedad, falta de perdón, murmuración, desobediencia, conflicto, violencia, divorcio, acusaciones, ira, manipulación, celos, avaricia, pereza, venganza, codicia, deseo de poseer, control, represalia, egoísmo, engaño, deshonestidad, falta de fe, seducción, lujuria, pornografía, masturbación, idolatría y brujería.

Que tus ángeles guerreros derriben y destruyan toda influencia demoníaca que hayan contribuido a mis dolencias físicas y psicológicas de trastornos nerviosos, trastornos pulmonares, trastornos o disfunciones cerebrales, sida, cáncer, hipocondría, hiperactividad, depresión, esquizofrenia, fatiga, anorexia, bulimia, adicciones, gula, perfeccionismo, alcoholismo, auto-abuso, adicciones sexuales, perversiones sexuales, intentos de suicidio, incesto, pedofilia, lesbianismo, homosexualidad, adulterio, homofobia, confusión, ignorancia, desidia, odiarse a uno mismo, aislamiento, soledad, ostracismo, paranoia, nerviosismo, pasividad, indecisión, dubitación, opresión, rechazo, mala imagen de uno mismo, ansiedad, vergüenza, timidez y miedo.

Me pongo en pie hoy mismo por el poder del Señor Jesucristo y ruego ser colmado por el Espíritu Santo con sus dones de paz, paciencia, amor, gozo, bondad, generosidad, fidelidad, gentileza, autocontrol, perdón, fortaleza, disciplina, verdad, abandono, buena autoestima, prosperidad, caridad, obediencia, una mente sana, orden, plenitud en Cristo, aceptación de uno mismo, aceptación de otros, confianza, estar libre de adicciones, estar libre de querer controlarlo todo, estar libre de estar avergonzado, integridad, bienestar, salud, sabiduría, conocimiento, entendimiento y la luz y vida del Señor Jesucristo. Amén.

Oración para la sanación interior 2

Señor Jesús, por favor ven y sana mi corazón herido y perturbado. Te ruego que me sanes de los tormentos que causan ansiedad a mi vida. Te ruego, de manera especial, que sanes la fuente de la que brota mi pecaminosidad. Te ruego que vengas a mi vida y sanes los daños psicológicos ocasionados en mi niñez y todas las heridas que estos me han causado a través de toda mi vida.

Señor Jesús, tú conoces mis cargas. Las rindo todas a tu Corazón de Buen Pastor. Te imploro —por los méritos de la gran herida abierta en tu corazón— que sanes las pequeñas heridas que están en el mío. Sáname del dolor de mis recuerdos, de manera que nada de lo que me haya sucedido en el pasado me haga vivir con dolor y angustia, lleno de ansiedad.

Sana, oh Señor, todas aquellas heridas que han sido las causantes de todo el mal arraigado en mi vida. Quiero perdonar a todos los que me han ofendido. Mira todas las heridas dolorosas que me impiden perdonar. Tú has venido a sanar los corazones afligidos, por favor, sana mi herido y perturbado corazón.

Sana, mi Señor Jesús, aquellas profundas heridas que me causan enfermedades físicas. Te ofrezco mi corazón. Acéptalo, Señor, purifícalo y dame los sentimientos de tu Divino Corazón.

Sáname, oh Señor, del dolor causado por la muerte de mis seres queridos. Concédeme el poder recuperar la paz y el gozo al saber que tú eres la Resurrección y la Vida. Hazme ser un auténtico testigo de tu Resurrección, de tu victoria sobre el pecado y la muerte, y de tu presencia amorosa entre todos los hombres. Amén.

Oración para sanar el árbol genealógico 3

Padre celestial, vengo a ti como tu hijo, con gran necesidad de tu ayuda; tengo necesidades de salud física, emocional, espiritual y en mis relaciones personales. Muchos de mis problemas han sido causados por mis propios fallos, negligencias y pecaminosidad, por lo que humildemente ruego tu perdón, Señor. Pero también te pido que perdones los pecados de mis antepasados cuyos fallos han dejado sus efectos en mí en forma de tendencias indeseables, patrones de conducta y defectos en mi cuerpo, mente y espíritu. Sáname, Señor, de todos estos trastornos.

Con tu ayuda perdono sinceramente a cada uno de ellos, miembros vivos y muertos de mi árbol genealógico, quienes me han ofendido a mí o a mis seres queridos de cualquier manera, o cuyos pecados han dado como resultado nuestros sufrimientos y trastornos presentes. En el nombre de tu divino Hijo Jesús, y en el poder de tu Espíritu Santo, te pido Padre que me liberes a mí y a todos los miembros de mi árbol genealógico de la influencia del maligno.

Libera de ser de cualquier manera esclavos del diablo a todos los miembros vivos y muertos de mi árbol genealógico, incluyendo a aquellos que han sido adoptados y aquellos relacionados a la familia extendida. Por tu amorosa preocupación por nosotros, Padre celestial, y por la sangre derramada de tu precioso Hijo Jesús, te ruego que extiendas tu bendición sobre mí y sobre todos mis parientes vivos y muertos. Sana cada efecto negativo transmitido a través de todas las generaciones pasadas y prevén de tales efectos negativos a las futuras generaciones de mi árbol genealógico.

Simbólicamente coloco la cruz de Jesús sobre la cabeza de cada persona en mi árbol genealógico y entre cada generación; te pido que dejes que la sangre limpiadora de Jesús purifique las líneas sucesorias de mi linaje familiar. Envía a tus ángeles protectores a que permanezcan a nuestro alrededor. Dales poder especial para proteger, guiar y animar a cada uno de nosotros en nuestras necesidades. Deja que tu poder sanador sea liberado en este mismo instante y que continúe mientras tu soberanía lo permita.

Señor, reemplaza en nuestro árbol genealógico toda esclavitud por una integración santa de amor familiar. Que haya siempre una unidad más profunda contigo, Señor, a través de tu Espíritu Santo, hacia tu Hijo Jesús. Permite que la familia de la Santísima Trinidad inunde nuestra familia con su tierna, cálida y amorosa presencia, para que así en nuestra propia familia podamos reconocer y manifestarnos ese amor mutuamente. Todas nuestras necesidades que nos son desconocidas también las incluimos en esta petición que hacemos en el precioso nombre de Jesús. Amén.

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Oración para rechazar a las logias y sociedades secretas

Señor Jesús, vengo a ti como pecador buscando el perdón y sanación de todos los pecados cometidos en tu contra por mi linaje familiar. Yo honro a mi padre, madre y antepasados terrenales, pero me alejo absolutamente y renuncio a todos sus pecados, especialmente aquellos que me han expuesto a cualquier clase de influencia dañina. Perdono a todos mis antepasados por los efectos de sus pecados y te pido que me laves de sus consecuencias destructivas.

Renuncio y rechazo a Satanás y a todo poder diabólico que ha afectado mi linaje familiar. Renuncio y abandono mi involucramiento en toda logia, sociedad secreta y cualquier otra forma de práctica maligna ejercida por mis antepasados. Renuncio a todo pacto y ritual en cada uno de sus niveles y grados. Renuncio a la brujería, al espíritu del anticristo y a la maldición de cualquier doctrina diabólica. Renuncio a la idolatría, blasfemia y toda forma de secretismo y engaño. Renuncio al amor al poder, amor al dinero y a cualquier temor que me ha tenido cautivo.

Renuncio a todo pacto con la Masonería, Mormonismo, la Orden de los Amarantes, los Oddfellows, los Búfalos, los druidas, las logias de los Forester, el Ku Klux Klan, The Grange, los Woodmen of the World, los Caballeros de la Capa Roja, los Caballeros de Pitios, la Orden Mística de los Profetas Velados del Reino Encantado, las órdenes femeninas de La Estrella Oriental y de El Blanco Sepulcro de Jerusalén, las Hijas de la Estrella Oriental, las órdenes internacionales de Las Hijas de Job, del Arcoiris y la orden masculina juvenil De Molay y cualquier otra sociedad secreta junto con sus efectos destructivos en mí y mi familia.

Renuncio a todo fraude y engaño, y a los efectos que tienen en mis emociones y en mis ojos, incluyendo toda confusión y temor. Renuncio al lazo alrededor de mi cuello, al temor a ahogarme y a cualquier espíritu que me cause dificultad para respirar. Renuncio a los efectos de cualquier objeto pagano y sus simbolismos, delantales, libros de rituales, anillos y joyas. Renuncio al engaño hacia otros y a observar el desamparo que padecen otras personas durante los rituales. Renuncio a la falsa comunión, a toda burla hacia la obra redentora de Jesucristo en la cruz, a toda incredulidad, confusión y engaño, y a toda alabanza a Lucifer como si fuera un dios.

Señor Jesús, humildemente pido tu perdón y ruego que tu sangre me limpie de todos los pecados que he cometido. Por favor, purifica mi espíritu, alma, mente, emociones y cada parte de mi cuerpo. Por favor, destruye todo espíritu maligno adherido a mí o a mi familia a causa de estos pecados y límpianos con el fuego de tu Espíritu Santo. Señor Jesús, te invito a que entres a mi corazón y te entrones como mi Señor y Salvador por toda la eternidad.

Oración para concluir las oraciones de liberación

Gracias, Señor Jesús, por despertar mi espíritu que estaba dormido y traerme hacia tu luz. Gracias, Señor, por transformarme a través de la renovación de mi mente. Gracias, Señor, por derramar tu Espíritu sobre mí y revelarme tu Palabra. Gracias, Señor, por dar a tus ángeles el deber de cuidarme en todos mis caminos. Gracias por mi fe en ti y porque de mi interior correrán ríos de agua viva. Gracias por dirigir mi corazón y mi mente hacia el amor del Padre y la inmutabilidad de todos tus caminos. Lléname hasta rebosar con tu vida y amor, mi Señor y Rey, Jesucristo.

Oración para el sanador

Señor Jesús, gracias por compartir conmigo tu maravilloso ministerio de sanación y liberación. Gracias por las sanaciones que he vivido hoy. Entiendo que la enfermedad provocada por el maligno es más de lo que mi humanidad puede soportar, por eso te pido que me limpies de cualquier tristeza, pensamiento negativo o desesperanza que haya cogido durante mi intercesión por otros.

Si en mi ministerio he sido tentado al odio, la impaciencia o la lujuria, límpiame de esas tentaciones y reemplázalas con amor, gozo y paz. Si cualquiera de esos espíritus se ha aferrado a mí o me oprime de cualquier manera, les ordeno ahora mismo a ustedes, espíritus de la tierra, del fuego, del agua, del mundo de las tinieblas o fuerzas malignas de la naturaleza que se aparten de mí y que se vayan directamente ante la presencia de Jesucristo, para que él trate con ustedes como a él le parezca.

Ven Espíritu Santo, renuévame, lléname de nuevo con tu poder, tu vida y tu gozo. Fortaléceme donde me sienta débil y vísteme con tu luz. Lléname con tu vida. Señor Jesús, por favor, envía a tus santos ángeles a socorrerme y a protegerme de todo tipo de enfermedad, daño y accidentes. Te doy gracias y te alabo mi Señor, Dios y Rey.

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Salmo 91 4

El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al Señor: “Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío”. Sólo él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas, pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio. ¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte!

No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las sombras ni la plaga que destruye a mediodía. Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará. No tendrás más que abrir bien los ojos, para ver a los impíos recibir su merecido. Ya que has puesto al Señor por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar.

Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna. Aplastarás al león y a la víbora; ¡hollarás fieras y serpientes!

Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación.

Ejercicio para la sanación emocional 5

1. Pasa tiempo en oración y pídele al Señor que te muestre si hay heridas emocionales sin resolver que estén permitiendo que el mal entre en tu vida o te estén causando problemas de salud. Si el Señor trae a tu mente a alguien que te ha lastimado, pide al Espíritu Santo que te devuelva la plenitud de tus emociones reprimidas, de modo que puedas ser liberado.

2. Después de que hayas identificado un acontecimiento doloroso que necesita ser sanado, trata de separar esa situación de cualquier otra cosa que te haya ocurrido. Por ejemplo, en lugar de tratar muchos años de abuso emocional a la vez, intenta aislar una experiencia y sigue trabajando enfocándote en esa situación hasta que sea resuelta.

3. Comienza este ejercicio con mucha oración y meditación. Encuentra un lugar donde puedas estar a solas con Dios. Asegúrate de tener suficientes pañuelos y los materiales necesarios para escribir.

4. Visualiza en tu mente a la persona que te hirió. Imagínate que esta persona puede escuchar todo lo que le vas a decir. Si la persona ha fallecido, imagínatela en el cielo de pie junto a Jesús.

5. Comienza escribiendo la carta con estas palabras: ¡Estoy enojado porque me heriste! Di a esa persona todas las formas en que te hirió con sus acciones descuidadas e irrespetuosas. Continúa escribiendo las siguientes palabras: Estoy enojado. Escríbelas una y otra vez. Expresa todo tu enojo en el papel. No te preocupes por la ortografía o la gramática. Simplemente expresa todo lo que necesita ser dicho.

6. Después de expresar todo tu enojo, continúa con los temores que hayas experimentado. ¿Cómo afectó tu vida esta persona? Describe cómo las consecuencias del comportamiento descuidado de esa persona han influido en tus relaciones hasta el presente.

7. Después de que hayas expresado los temores o los sentimientos de culpabilidad, presta atención a tu tristeza. Di a esa persona lo que querías que hubiese ocurrido pero que no sucedió. Si le estás escribiendo a tu papá, dile: Estoy triste porque quería que tuviéramos una mejor relación. Quería que me trataras como un hijo/a amado/a. Quería tu amor y tu apoyo.

8. Concluye tu carta con cualquier otra cosa que quisieras decir a esa persona, y a continuación comienza una nueva carta visualizando a la persona que te hirió en un estado de sanación total. Imagínatela en el cielo de pie al lado de Jesús. Imagina a esa persona llena del amor de Dios y, debido a que está llena del amor divino, permítele que te ofrezca disculpas.

9. Comienza tu carta de perdón diciendo: Siento haberte herido. Tú no merecías haber sido tratado así. Lo siento. Por favor, perdóname. Luego escribe todas las palabras amorosas que necesitas escuchar.

10. Concluye tu carta de perdón con una oración. Deposita a la persona que te hirió en las manos del Señor, y pídele que te limpie de toda negatividad que hayas adquirido al aceptar el abuso de esa persona. Entrega a esta persona al Señor, y si fuere apropiado, pide a Jesús que rompa toda atadura perjudicial del alma.

11. Permítele a Jesús que te hable a través de una carta final. Acepta el amor de Dios y su perdón. Permite que el amor y el perdón del Señor fluyan en tu corazón y lo limpien de todas las maldiciones, resentimiento y negatividad.

12. Pídele al Señor que te muestre si hay otra cosa de la que necesitas ser liberado. Déjate caer en los brazos del Señor y sé libre para siempre; libre para ser el hijo de Dios que el Señor quería que tú fueras desde un principio.

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Notas

Las oraciones que se presentan en esta publicación son para el uso personal dentro del área de influencia del individuo y no deben ser usadas para realizar exorcismos solemnes (CIC 1673).

1. Texto original en inglés escrito por Gabriele Amorth, “From the Greek Ritual”, An Exorcist Tells His Story [Un exorcista cuenta su historia] (San Francisco, CA: Ignatius Press, 1999), p. 199. Usado con permiso.

2. Texto original en inglés escrito por Gabriele Amorth, An Exorcist Tells His Story [Un exorcista cuenta su historia] (San Francisco, CA: Ignatius Press, 1999), pp. 201-202. Usado con permiso.

3. Texto original en inglés escrito por Reverend John H. Hampsch C.M.F. www.ClaretianTapeMinistry.org

4. Salmo 91, Texto bíblico tomado de La santa Biblia, nueva versión internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usada con permiso. Reservados todos los derechos.

5. Texto original en inglés tomado de Healing Power for the Heart [Poder sanador para el corazón], (Denver, CO: Valentine Publishing House, 2006). Usado con permiso. www.HealingPowerMinistries.com